Era el año 1899 y un grupillo de jóvenes se encontraba en su precioso pueblo. Les gustaba mucho salir los fines de semana a dar una vuelta por el campo.

Cierto día, en una de estas salidas al campo llegaron hasta un sitio donde había unas pequeñas paredes en ruinas.

 Al cabo de un rato, pudieron comprobar que era un viejo santuario. 

A los jóvenes no les sorprendió y ellos siguieron jugando como si nada, hasta que uno de ellos encontró una mano de un santo. Se sorprendieron mucho y pensando que no les quedaba otra opción, volvieron al pueblo y contaron lo que habían encontrado. 

Nada más transmitir la noticia las autoridades no tardaron en desplazarse hasta este sitio.

Cuando comprobaron que era cierto, se pusieron en busca de arqueólogos para que les pudiesen decir de dónde procedía esta mano y cómo era esto posible.

Una vez que los arqueólogos llegaron hasta aquel lugar y tras unas semanas de duro trabajo, pudieron sacar al santo en perfecto estado y también averiguaron que este sitio se trataba de un santuario que tenía cientos de años.

El alcalde de esta población decidió levantar este santuario y poner en el altar mayor al santo, el cual los arqueólogos conservaron. 

 A partir de ese mismo momento, todos los años por esa fecha hacen una romería por los alrededores. Eso sí, dando muchas gracias a este grupo de jóvenes que cierto día tuvieron el valor de decir el maravilloso hallazgo que habían encontrado.