En una casa antigua vivía un investigador con su mujer y su hijo. A este le corría una cosilla por el cuerpo por saber qué se encontraba dentro de la habitación donde su padre se pasaba a trabajar.
Así, un día que sus padres no se estaban en casa el joven cogió las llaves para poder pasar a este lugar tan misterioso. Cuando estaba dentro empezó a observar todo lo que su padre tenía allí y, con tan mala suerte, le dio un codazo a un bote con un líquido en el que su padre llevaba trabajando un tiempo. Todo el suelo se quedó empapado y hasta el gato que pasaba por allí se puso chorreando.
Al comprobar lo que había ocurrido el chico se quedó inmóvil, pues no sabía qué hacer. No paraba de pensar que en cuanto viniesen sus padres y vieran que los muchos días de duro trabajo no le habían servido para nada le caería una buena regañina, así que prefirió limpiar todo muy bien y salir de la habitación como si nada de esto hubiera pasado.
Cuando llegaron los padres le preguntaron al joven qué había estado haciendo y el chico les mintió muy nervioso y les dijo que había estado viendo la televisión.
El padre conocía muy bien a su hijo y pensó que algo no iba bien y que no les estaba diciendo la verdad. De esta forma, el padre entró sin decir nada en su habitación de trabajo y, de repente, comprobó que la botella con el líquido que tanto esfuerzo le había costado no se encontraba allí.
El padre se puso muy furioso y le preguntó a su hijo que por qué había estado cotilleando sus cosas. El hijo le reconoció avergonzado que había pasado a la habitación, pero que el bote con ese líquido se había caído por accidente, que para nada era su intención. El padre se puso bastante triste porque estaba siendo su última investigación:
buscar un líquido especial para quitar las manchas del cuerpo en animales y personas.
El hijo se sentía muy culpable y le reconoció a sus padres que tanto le habían prohibido entrar en aquel lugar que mayor era el gusanillo que le entraba para intentar pasar con más ganas. Además, el joven les contó que estaba preocupado porque el líquido se había derramado sobre su gato y le pidió perdón y disculpas a su padre.
Sin embargo, para sorpresa del joven el padre le dio la enhorabuena y le dijo que estaba totalmente perdonado.
El hijo no sabía bien por qué su padre lo felicitaba y, de pronto, le dijo:
- Gracias a que se ha caído el bote con este líquido sobre el gato, he podido comprobar que en realidad no vale para lo que yo tenía pensado, así que, en lugar de regañarte quiero darte la enhorabuena porque hubiese quedado como un tonto delante de todos mis compañeros de trabajo al hacer la demostración.
El chico se puso contento pero aun así le prometió a sus padres no volver a mentirles ni desobedecer cuando le aconsejaron que no hiciese algo que pueda ser peligroso para él.
REFLEXIÓN:
En muchas ocasiones cuanto más nos prohíben una cosa más ganas nos entran de hacerla. Sin embargo, es importante conocer los riesgos y consecuencias que puede tener porque la falta de información, muchas veces, puede ser muy peligrosa.
FIN