En lo alto de una montaña, se encontraba una pequeña población desde donde se podía ver una amplia llanura. Ésta no era una llanura cualquiera, ya que los mayores del pueblo contaban que anteriormente, tuvo lugar una guerra donde habían muerto muchas personas a las que desgraciadamente, se les había enterrado juntos en una fosa común en aquella llanura.
A partir de ese día, cada 1 de noviembre se escuchaban muchas voces y lamentos que provenían de ese lugar. Todos pensaban que eran los espíritus de aquellos que habían muerto, pero nadie se atrevía ni a pasar por allí. ¡Causaba un terror enorme a toda la población!
Un día, llegó un hombre vestido de negro con la cara y las manos muy blancas, que les ofreció ayuda.
- Ahora que se está acercando el día 1 de noviembre, voy a bajar hasta ese lugar para intentar ponerle una solución a todo esto –comentó el buen hombre.
De fondo, se oyeron múltiples carcajadas que provenían de los vecinos más incrédulos. Pero el curioso hombre prosiguió:
- Vamos a acercarnos a esa llanura, pero una vez allí todos os debéis marchar –sacó un objeto del maletín y comenzó una especie de ritual.
Inmediatamente, apareció un espíritu diciendo:
- Nosotros solamente queremos que después de lo ocurrido y de todas las muertes que ha habido en este lugar, al menos se entierren los cuerpos decentemente. Cada persona debería estar enterrada en una tumba dentro del cementerio y que cada año, al llegar este 1 de noviembre, se les lleven flores como al resto de los difuntos y se les ofrezcan sus respectivas misas.
Volvió para comunicarle a todos los vecinos lo que el espíritu le había dicho. Todos se quedaron alucinados al escuchar lo que les decía, les costaba creer lo que les estaba contando.
Con el paso del tiempo, consiguieron finalizar la construcción del cementerio. También sacaron los cuerpos y los enterraron a cada uno en su propia tumba. Acordaron que todos los años cuando llegasen esas fechas, les llevarían bonitas flores y harían una misa en su honor.
La situación cambió mucho en aquel lugar; hasta los lobos que llevaban años sin bajar a la llanura, ahora sí lo hacían. Estuvieron muy agradecidos con este raro y curioso señor que les
devolvió la calma. Ahora ningún vecino tenía miedo de bajar a ese lugar.
No obstante, el hombre les propuso volver a la llanura para comprobar si todo se había solucionado. Volvió a sacar un objeto extraño del maletín y comenzó de nuevo el ritual, invitando a todos los presentes a que se alejaran.
Finalmente, ningún espíritu apareció, la normalidad había vuelto de verdad y todas estas personas fallecidas tenían por fin su merecido descanso.
NOTA DEL AUTOR:
He querido escribir esta historia, aprovechando que se acerca una fecha tan señalada para todas aquellas personas que ya no están con nosotros. Esta historia resalta la importancia de rendir culto a nuestros seres queridos para que puedan descansar en paz.
FIN