Era una población en la que vivía un hombre que se dedicaba al diseño de motos.
Un día, diseñó una moto y tras haberla creado le quedaba probarla. Sin embargo, el hombre no se atrevía demasiado, pues las diseñadas anteriormente habían sido petardo.
Su hijo, que lo visitaba por allí muy a menudo, le preguntó por aquella moto tan chula y le parecía increíble que su padre la hubiese creado. Aun así, el padre del chico le dijo que todavía estaba sin probar, ya que después de las malas experiencias que había tenido se le habían quitado totalmente las ganas de hacerlo.
Al joven se le iluminó la cara y le pidió por favor a su padre que le dejase probarla. Además, dijo que era muy importante saber si podían seguir adelante con el negocio, porque gracias a lo que él ganaba ellos podrían vivir.
El hombre se dio cuenta de la mucha razón que llevaba su hijo y, finalmente, le dejó subirse a la moto.
Una vez que se subió en ella, comprobaron que no solo funcionaba de maravilla, sino que el diseño era muy deportivo y al ser visto por los amigos del joven, no paraban de preguntarle que de dónde la había comprado.
El chico muy orgulloso de su padre contó que él mismo la había diseñado y, así, los jóvenes del pueblo le pidieron que les trajese alguna más para ellos.
Su padre se puso muy feliz al ver que gracias a su hijo pudo comenzar con más ganas que nunca esta carrera de diseñador de motos.
REFLEXIÓN:
Aunque a veces no veamos las cosas claras, a nuestro lado siempre habrá gente que nos haga abrir los ojos y nos aconseje pensando en nuestro bien y en lo mejor para nosotros.
FIN