Esta historia comienza en un pueblo donde antiguamente se celebraban luchas entre los señores de la Época Medieval. Uno de aquellos días de lucha, de entre la niebla, observaron la silueta de un caballero que se acercaba hacia allí. Sin pensarlo ni un segundo, el caballero más valiente se montó en su caballo y se dirigió hacia él, pero desafortunadamente fue derrotado. Todo esto ocasionó la desesperación del pueblo, temían que este individuo volviera a aparecer por sus tierras para conquistarlas.
Días más tarde, apareció un buen joven subido en un viejo burro y les preguntó:
- Buenas tardes compañeros, puedo observar en vuestro semblante una muy mala cara, ¿Qué les ha ocurrido?
Los vecinos no dudaron en explicarle la bochornosa historia que protagonizaron hace unos días con un audaz caballero, a lo que el buen joven les respondió:
- No se preocupen por eso, vecinos, yo les traigo la solución. ¡La próxima vez ese caballero se las verá conmigo!
Tras decir esto, se escucharon muchas carcajadas y se podían observar las caras de burla de los
que se encontraban allí.
Volvió la niebla y todos esperaban expectantes al gran caballero. Al cabo de un rato, su silueta se volvió a ver entre la niebla. Era el momento de que el buen joven y su burro Petete demostraran lo que eran capaces de hacer.
- Este joven se piensa que es el Cid Campeador – decían aquellos hombres con tono de burla.
El gran caballero también soltó una carcajada al ver al burro con esas vestimentas especiales y no dudó de su clara victoria.
- ¡Déjate de risas y vamos a luchar! Pues puede que la risa se vuelva llanto… –comentó el joven.
- ¡Si quieres guerra, pues guerra vas a tener! – respondió el orgulloso caballero.
Se colocaron uno enfrente del otro y la lucha comenzó. El caballero llevaba una lanza mucho mejor e intentó en numerosas ocasiones tirar al joven del burro, pero al encontrarse éste más bajo que el caballo, era imposible esa táctica. La expresión del gran caballero cambió instantáneamente a una de temor, había fallado en su intento. Cuando llegó el turno del joven y de Petete, no dudaron en sacar la espada y clavársela en una de sus piernas, dando por finalizada la batalla y saliendo victorioso el joven con su burro.
Ahora, los vecinos que se mofaban del joven se arrepintieron y comenzaron a agradecerle por su valentía ya que les había sacado de un buen apuro. Antes de marcharse, les recordó que podían llamarle cuando necesitaran su ayuda y él vendría con mucho gusto.
REFLEXIÓN:
“No debemos subestimar a las personas, mucho menos por su apariencia, puesto que todos merecemos el mismo respeto y podemos ser tan capaces como los demás de conseguir lo que nos propongamos”.
FIN